Para conmemorar el Día de la Madre, la FCI presenta la otra pasión de dos de sus reconocidas profesionales. La Mag. Patrizia Pereyra, de la Sección de Física, y la Dra. Patricia Morales, de la Sección de Química, nos cuentan los retos, desafíos y alegrías de la maternidad desde su mundo: el de las ciencias.
Parece una mezcla de alto riesgo. O una ecuación sin solución. La ciencia y la maternidad, históricamente, han sido facetas poco compartidas. Primero, por la brecha de género en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática por sus siglas en inglés): un informe de la ONU del 2020 alerta que las mujeres que se preparan para estas profesiones representan apenas un 35% del total en América Latina.
Este mismo estudio revela que, de todos los investigadores en ingeniería y tecnología hasta el 2017 en Bolivia y Perú, solamente el 19% eran mujeres. Este reportaje da a conocer también que, a lo largo de la historia, únicamente el 3% de los Premios Nobel en ciencias, creados en el año 1901, fueron otorgados a científicas. Ya sea por la falta de promoción de mujeres en estas disciplinas, o por el llamado “Efecto Matilda”, que atribuye el trabajo de las científicas a sus pares hombres.
Aunque con el correr de los años esta realidad parece acortarse, la pandemia ha vuelto a mostrar las desventajas. La demógrafa social Alessandra Minello, a inicios de la emergencia sanitaria, se planteó la siguiente situación en la revista Nature: “Tengo curiosidad por saber qué revelará el encierro sobre el ‘muro maternal’ (la discriminación y las limitaciones que enfrentan las madres trabajadoras), que puede bloquear el avance en la carrera”.
Como respuesta a su interrogante, de acuerdo a un reporte publicado en el sitio web The Lily de The Washington Post, seis semanas después del comienzo de la cuarentena generalizada, muchos editores de revistas científicas notaron que estaban recibiendo menos artículos por parte de académicas, mientras que advirtieron que los varones estaban publicando más que el año pasado.
Con este panorama, ¿cómo pueden las madres científicas forjar su camino entre tanta disparidad? La Mag. Pereyra y la Dra. Morales nos cuentan sus experiencias.
“Yo creo que, de alguna forma, la tarea que tenemos es orientar y fomentar el amor a las ciencias, ingeniería y medicina a todas las mujeres”, señala con un semblante decidido y optimista la Mag. Patrizia Pereyra Anaya, física, investigadora y docente de nuestra Facultad, pero también mujer y madre de dos pilares en su vida: José Patricio de 24 y María Pía, quien este año cumple 22.
“‘Vamos a tener dos hijos: una parejita’, y salió tal cual”, recuerda con alegría Patrizia cuando decidió, junto a su esposo, formar una familia. Había culminado su maestría y sabía que ya no podían postergar más su deseo de ser padres. “Para las mujeres, la edad es un limitante”, recalca la coordinadora del Grupo de Investigación en Técnicas de Huellas Nucleares (GITHUNU).
Compartió la crianza con su esposo. Ella sabe que es una responsabilidad de ambos, pero eso no pudo evitar que haya tenido que cambiar su horario, tomarse descansos obligatorios durante la época del embarazo y bajar el ritmo de su trabajo. Eso sí, Patrizia enfatiza que nunca se alejó de su profesión. Vio pertinente dejar de viajar a algunos Congresos, pero seguía sumergida en investigaciones. Su pasión por la ciencia es innata.
“Cuando ya estaba terminando la secundaria, yo ya sabía que quería ser física o bióloga o química, ya sabía que era algo de ciencias”, recuerda Patrizia. Desde que tiene uso de razón, ella confiesa haber tenido una fascinación especial por el mundo científico. Se quedaba observando bichos cuando estaba al aire libre en la Primaria y también le gustaba armar diferentes construcciones jugando con Legos.
Heredó ese amor por las ciencias en gran parte por su padre, quien fue ingeniero geólogo. Aunque Patrizia siempre tuvo total libertad y apoyo para escoger su carrera. Así también ella fue con sus hijos, a quienes le dio toda la confianza para hacer lo que más les guste. El mayor, José Patricio, ya acabó su primera carrera (Gestión) y ahora está estudiando Gastronomía.
Por su parte, María Pía, la menor, se inclinó por la Biología Marina y está ya casi a mitad de su formación. La Mag. Pereyra confiesa que el gran sueño que comparten como madre e hija es el publicar juntas un artículo científico. Incluso ya han pensado en algunos temas sobre los cuales explorar. Como mujeres de ciencia, ambas saben que la interdisciplinariedad es fundamental dentro la comunidad.
Patrizia está convencida de que la maternidad debe dejar de ser vista como un obstáculo, pero sí debe ir acompañada de una voluntad férrea. Mientras sus colegas avanzaban con sus doctorados, ella decidió reservar tiempo para compartir con su familia. Ya no podía perder la noción del tiempo en el laboratorio y quedarse pasado la 1 de la mañana. Decidió programar mejor sus horarios para volver más temprano a casa.
Son prioridades y ajustes que decidió tomar y de los cuales agradece. Su rol como madre también le ha ayudado como docente: “Tú eres muy mamá con los alumnos”, le dicen algunos de sus pares entre risas. Ella no lo niega. Sabe que, al tener hijos en esa edad, comprende mejor las dificultades, desafíos y cansancios que afrontan sus alumnos.
“Ser madre es algo maravilloso. La alegría, la satisfacción que tus hijos te dan a cualquier edad es enorme. Es un tema de balance y saber organizarse. Uno es tu relación personal como profesional, como científica o como mujer de ciencias. Otro es lo tuyo como ser humano, poder aportar a la sociedad no solo con tus conocimientos, sino también con la formación de seres humanos que aportan a nuestro país”, concluye Patrizia con una sonrisa de oreja a oreja que le desatan sus dos grandes pasiones.
La Dra. Patricia Morales Bueno es coordinadora del Grupo de Investigación y Desarrollo de Estrategias para la Enseñanza de la Química (GIDEEQ – PUCP), forma parte del grupo International Center for First-Year Undergraduate Chemistry Education (ICUC) y también es docente en la Sección de Química en la Universidad. Ha sido decana del Colegio de Químicos del Perú, pero, además, es madre.
“A mí siempre me atrajo esa etapa en la vida donde uno puede ser mamá”, confiesa la Dra. Morales cuando se le pregunta si siempre estuvo en sus planes el tener un hijo. Es que, su primera gran pasión, siempre fue la Química. Atribuye con humildad ese gusto a sus buenas profesoras del colegio. También le interesaban las Humanidades y las Letras, pero finalmente se terminó encantando por el camino de las ciencias.
Ni su papá ni su mamá fueron científicos, pero no dudaron en apoyar su decisión de estudiar Química. En un comienzo, no entendían muy bien a qué podría dedicarse ella siguiendo esa carrera, así que le consultaron si preferiría la Farmacia, pero ella tenía muy claro que su vocación estaba en su actual profesión. No solo quería estar en los laboratorios, también se proyectó enseñando y compartiendo métodos de aprendizaje en su propio campo.
El cambio de la escuela a la universidad fue muy grande, pero a la vez una grata experiencia. Ella venía de un colegio solo de mujeres y llegaba a Estudios Generales Ciencias, donde, por ese entonces, había aproximadamente 100 alumnos por salón y la mayoría eran varones. Fue toda una adaptación que la preparó para disfrutar aún más su paso por Facultad, donde encontró un grupo muy unido de 11 compañeros que se apoyaban mutuamente con un espíritu integrador.
La PUCP siempre estuvo presente en su formación como científica, tanto como estudiante como profesional de la Química. Se casó cuando ya era docente en la Universidad y cuando estaba en la fase de tesis de su maestría quedó embarazada. “El hecho de estar trabajando en el laboratorio, en un ambiente donde hay solventes que podrían ser peligrosos para mí o el bebé, siempre hicieron que tenga un mayor cuidado. Mi esposo me compró una máscara para trabajar”, recuerda Patricia.
“Tuve mucho apoyo porque yo quería avanzar con mi tesis, porque sabía que luego los tiempos son mucho más cortos. Se avanzó hasta donde se pudo, pero ya cuando empezó el tema maternal; evidentemente, como es un tiempo especial, yo pienso que uno debe de darle la prioridad al cuidado del bebé. Esos tiempos son únicos y no van a repetirse. Esos momentos cerca de ellos son muy importantes”, considera con firmeza y bajo la experiencia que tuvo con su pequeño hijo, que hoy tiene ya 31 años.
La Dra. Morales coincide en que la planificación y la organización son los elementos fundamentales para que la maternidad no desencadene en un abandono de la profesión. Sabe, por supuesto, que hay etapas donde la presencia de la madre es irremplazable, pero siente que uno en la vida debe aprender a adaptarse y ser flexible. Pudo culminar su tesis de maestría y tiempo después también obtuvo el grado de doctora en Ciencias de la Educación en la PUC de Chile.
Para Patricia, el ser mamá le ha ayudado a tener una mejor comunicación con sus estudiantes. Le gusta promover el diálogo e invita constantemente a sus estudiantes a que le compartan sus inquietudes y preocupaciones. Confiesa que le llueven correos, pero los lee cada uno con mucha atención. Preparó una encuesta para conocer la percepción de su salón en relación al curso. Y allí encontró también la gratitud de sus estudiantes.
“El semestre pasado (2020-2), el último día de clase la delegada pidió un espacio para hablar y luego todos los chicos prendieron sus cámaras con sus cartelitos de ‘Gracias, profesora’”, recuerda con especial cariño. Puede ver a su hijo reflejado en sus alumnos. Y aunque él de la Ingeniería Electrónica terminó cambiándose a la carrera de Música, ella es feliz de ver a su hijo consolidarse en lo que más le apasiona.
“Uno se reconoce en algunos aspectos de los hijos, pero a pesar de tener semejanzas de cada uno de nosotros, forman una personalidad única, son distintos a todos los demás. El poder hacer ese seguimiento, ver cómo van evolucionando y ayudarlos en ese proceso es lo que más me gusta de ser mamá”, revela Patricia con mucha tranquilidad y con la satisfacción de haber sido capaz de mezclar su faceta maternal con su perfil profesional.
La brecha aún sigue siendo amplia. Hay batallas que ganar todavía para las mujeres en la ciencia y en la maternidad. El trabajo de cuidados de los niños sigue desequilibrado. Sin embargo, con visibilidad, apoyo, planificación y determinación, las madres de nuestra comunidad nos demuestran que podemos cambiar la historia.
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