Nuestro egresado de Ingeniería Biomédica, Víctor Ticllacuri Esteban, y su equipo, conformado por Ana Pérez, de México; Yuxuan Bai, de China; y Alex Reimert, de Estados Unidos, participaron en el ASME ISHOW con el proyecto DINA (Dynamic Infant Neurorehab Aid), un dispositivo de ayuda dinámica para la neurorrehabilitación infantil, el cual fue reconocido como una de las mejores tecnologías del continente americano.
Motivado por su propio historial médico, Victor desarrolló la pasión por ayudar a personas que padecen problemas de salud. De esta manera, recuerda haber reconocido su inclinación por la medicina y su compromiso por servir a quienes más lo necesitan. Aunque, no era su único interés.
Su afición por el mecanismo de los objetos, lo hicieron darse cuenta que le gustaba la ingeniería. “Tenía una curiosidad innata por saber cómo funcionan las cosas y cómo hacer que funcionen nuevamente”, reconoce.
En la secundaria, se le hizo casi imposible encontrar una carrera universitaria que logre combinar ambas especialidades hasta que la PUCP-UPCH lanzó el programa de Ingeniería Biomédica. Esta fue la oportunidad perfecta para que Victor no tenga que renunciar a ninguna de sus pasiones. “Realmente cayó como anillo al dedo», bromeó.
Victor ingresó a la PUCP con mucha emoción y grandes expectativas. Pensó que iba a estudiar, tanto temas de ingeniería como de medicina, pero no fue solamente eso. Adicionalmente, aprendió que puede desarrollar nuevas tecnologías para salvar vidas, estando en el Perú, y esta idea le encantó.
“No solamente forman profesionales que sirvan al país como ingenieros biomédicos, optimizando los hospitales o el sector de salud que tenemos; sino también, como investigadores, innovadores y emprendedores que apliquen los conocimientos que nos dieron para seguir ayudando a Perú y al extranjero”, menciona con entusiasmo. Con esta enseñanza en mente, decidió postular a la Universidad Johns Hopkins para realizar una maestría.
El proyecto nació como parte del curso de Neuroingeniería y Rehabilitación, en la Universidad de Johns Hopkins. El mayor reto era identificar un problema en neuroingeniería e idear una solución. Ante este dilema, Victor tuvo sus dudas: “Es Estados Unidos, me imagino que todo debe estar resuelto. También, es Johns Hopkins, ¿qué problemas puede haber?”, pensó.
Junto a su equipo, comenzaron a enviar correos de consulta. Incluso, la universidad les dio los recursos para acceder al área de neurorrehabilitación del Hospital Johns Hopkins. Entonces, surgió la gran idea: el proyecto DINA.
La lesión del plexo braquial en neonatos ocurre durante un parto agresivo o un accidente en general. Se rompen las terminaciones nerviosas de la zona cerca al cuello y le impide al bebé mover su brazo. Los doctores les explicaron que, si no se trata adecuadamente, el infante no podrá mover esta extremidad de por vida.
Así, su equipo presentó el proyecto DINA, un dispositivo basado en robótica blanda que es más seguro y amable para los neonatos. Lo más curioso es que no existía una tecnología capaz de tratar esta afección, por lo que fue bastante innovador: “Era una problemática no atendida en una población sensible y con una alta demanda en el mercado”, explica.
Victor pensó que el proyecto terminaría solo en un trabajo de investigación, pero fue seleccionado por el Pava Center, la unidad de emprendimiento de la universidad. Por lo que, su equipo comenzó a enfocarse en crear una estrategia comercial: “Podemos tener la mejor tecnología del mundo, pero si no se vende, no va a poder impactar en la vida de las personas», menciona. También, desarrollaron una estrategia regulatoria.
Gracias a esto, lograron tener los tres factores del biodiseño completos: problemática, tecnología y mercado. Esto permitió que su equipo tome la decisión de postular al ASME ISHOW, un programa internacional de la American Society of Mechanical Engineers que busca la innovación social impulsada por medio de productos físicos.
Luego de casi un mes de espera, les dieron la tan ansiada noticia: habían sido seleccionados para la final. Formaron parte de los siete proyectos finalistas que competían por el gran premio, donde solo quedarían tres como ganadores de distintas áreas: salud, energía renovable y desarrollo sostenible.
Fueron dos días difíciles de competencia: “Teníamos que dar un pitch y responder preguntas. Después, teníamos que presentar nuevamente para el sector de desarrollo técnico. Hablamos puramente de la ingeniería y validaciones que debíamos realizar. Luego, vimos el desarrollo sostenible y comercialización”, recuerda.
“Voy a ser honesto y parece cliché, pero no esperábamos ganar”, resalta con alegría. A pesar de la habilidad de los otros equipos, su proyecto salió victorioso en el área de salud. Ahora, su equipo se enfocará en crear un prototipo que pueda dirigirse hacia un producto final.
Victor aconseja a los estudiantes de Biomédica a que nunca se rindan: “No se sientan desmotivados si es que fallan en algún curso de matemáticas, anatomía, fisiología o en emprendimiento. La carrera es compleja”, explica.
Además, resalta la importancia de saber colaborar entre compañeros para tener éxito: “Un ingeniero biomédico siempre va a tener que trabajar en equipo, porque es una carrera multidisciplinaria”, comenta.