Erika Calla Quispe (erika.callaq@pucp.edu.pe), investigadora del Instituto de Ciencias Ómicas y Biotecnología Aplicada (ICOBA PUCP), colabora en un proyecto dedicado al desarrollo de biotrampas que reemplacen el uso de insecticidas en Alphitobius diaperinus, un tipo de escarabajo que es comúnmente encontrado en la producción agrícola y avícola. El proyecto, llamado “Identificación de semioquímicos y desarrollo de biotrampas contra escarabajos que son plagas agropecuarias, con énfasis en la avicultura”, es la continuación de su trabajo doctoral y se centra en la manufactura y validación de las biotrampas a un nivel de laboratorio (TRL 4).
Esta investigación busca identificar los tipos de feromonas que emiten los insectos, específicamente los escarabajos, al comunicarse. “Los organismos desarrollan la comunicación química, visual, táctil y olfativa. En algunos tipos de insectos prima la comunicación química, por ello emiten ciertos olores químicos que permite una comunicación específica. Por ejemplo, la hembra puede emitir unos compuestos, llamados feromonas sexuales, para atraer al macho. Ambos pueden emitir feromonas de agregación, que son químicos que permiten que los insectos se llamen entre sí a un mismo espacio, o feromonas de alarma, que les permite advertirse de la presencia de un depredador”, explica Erika, quien resalta que los compuestos químicos que emiten los organismos para comunicarse con otros se denominan semioquímicos.
Según indica la Dra. Calla-Quispe, la identificación de estas sustancias químicas conllevaría al desarrollo de biotrampas o trampas avanzadas que permitan la captura de insectos plaga en campo. “Si yo estoy trabajando con un insecto plaga, identifico qué tipo de feromonas producen para sintetizarlo y producirlo en el laboratorio. Con ello, lo coloco dentro de una carcasa, que vendría a ser una trampa física. Entonces, el insecto va a pensar que acá hay otro insecto que lo está llamando, pero en realidad no es otro insecto, sino son sus feromonas. Eso básicamente es lo que hace una biotrampa”, detalla Erika, quien realizó sus estudios de pregrado en Química en la UNI.
La especialista en química y ciencias bioanalíticas sostiene que esta es una estrategia ecoamigable que puede reemplazar el uso de insecticidas que, aunque también son compuestos químicos, son tóxicos, generan daños en el medio ambiente y, sobre todo, contaminan los productos que consumimos.
El equipo encargado de esta investigación está compuesto por un total de 10 integrantes. La Dra. Calla-Quispe, el Dr. Carlos Martel, cuatro tesistas, dos de pregrado y dos de posgrado, y coinvestigadores de distintas universidades. “Por ejemplo, una de las coinvestigadoras, la Dra. Mabel Alvarado, es de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ella es especialista en taxonomía e identificación de insectos. Otro investigador, el Dr. Oniel Aguirre, tiene el conocimiento del desarrollo de trampas en campo para otros tipos de insectos”, detalla Erika, resaltando que en los proyectos que desarrolla el ICOBA PUCP se propicia la multidisciplinariedad, por lo que invita a quienes tengan interés en estos temas de investigación se sumen como voluntarios al ICOBA-PUCP.
Calla-Quispe menciona que una de las dificultades que enfrentaron estuvo en incrementar la población de insectos con la que contaban, pues ellos se encargan de criarlos, reproduciendo sus condiciones de vida en las cabinas de crecimiento del laboratorio del ICOBA PUCP. Asimismo, señala “hacemos la limpieza rutinaria de estos insectos, pues necesitamos clasificarlos en función a si son hembra o macho o su condición sexual, dado que esos factores importan para entender cómo se comportan y cómo puede variar su producción química”. Además, en el laboratorio cuentan con un electroantenograma, equipo en el que colocan la antena del insecto para medir su respuesta sensitiva ante compuestos químicos.
Sobre los beneficios de este proyecto, la Dra. Calla-Quispe hace énfasis en que la investigación de este proyecto no solo reemplaza el uso de insecticidas, sino que genera estrategias específicas de control para un insecto en particular, lo que evita generar daños en otros ecosistemas u organismos. “Finalmente, todo eso está relacionado a la parte económica, porque las industrias agrícolas, avícolas, etc., generan grandes pérdidas por el uso de medicamentos que atenúen los efectos de los insecticidas en sus producciones”, agrega la especialista.
La investigadora cuenta que el siguiente paso de este proyecto es la implementación en campo, por lo que han postulado a un fondo de PROCIENCIA de “Proyectos de Desarrollo Tecnológico2024-02”. “Esto inició como un trabajo de investigación básica, luego continuó el trabajo de investigación aplicada, donde se realizó la validación de biotrampas en el laboratorio, ahora continúa implementarlo en campo”, manifiesta.