En aulas rodeada de pares masculinos, los desafíos de aprender cursos prácticos mediante Zoom y su vocación por impulsar una mecánica con propósito social y sostenible, nuestra alumna Lindsay Malaver nos enseña que la ingeniería es también un espacio de innovación, sentido, transformación; y que no distingue géneros.
Menos del 5%. Ese es el porcentaje de mujeres que estudian Ingeniería Mecánica en nuestro país, de acuerdo con la Sunedu. Una cifra que explica por qué, durante su etapa escolar, Lindsay Malaver Zelada jamás imaginó que terminaría calificando como “una buena decisión” haber elegido la ingeniería mecánica como destino profesional.
Fue gracias a una visita escolar en nuestra universidad cuando por primera vez conoció el mundo de la mecánica. Posteriormente, cuando todavía estaba en Estudios Generales Ciencias y no sabía si permanecer en esta especialidad, la exposición de proyectos EXPOMECÁNICA le permitió entender la variedad de ramas que abarca la carrera.
Pero la vida universitaria no estuvo libre de desafíos. Pasó de vivir a cinco minutos de su colegio a viajar dos horas diarias desde San Juan de Lurigancho hasta la PUCP. Llegó la pandemia y, con ella, las clases virtuales. Taller Mecánico 1, el primer curso de su especialidad y con un gran componente práctico, lo tuvo que aprender alejada de los laboratorios y aulas, únicamente por Zoom, al igual que otros cursos de su especialidad.
Y al regresar a la presencialidad, chocó con la realidad de ser casi siempre la única mujer en el salón: “Se sintió extraño, porque en Ciencias tenía compañeras; y en Facultad comencé con una en la virtualidad”, recuerda. Esa sensación de desconexión, sin embargo, lejos de desalentar a Lindsay, la motivó a involucrarse en asociaciones y grupos: a tejer redes que la hicieran sentir parte no solo de una comunidad académica, sino también de una familia.
Así que, en el 2023, Lindsay se unió a la mesa directiva de ASEIMEC (Asociación de Estudiantes y Egresados de Ingeniería Mecánica) como coordinadora de Género y Derechos Universitarios. “Desarrollamos muchas actividades, pero lo que más rescato es que fue un espacio que me ayudó a relacionarme, y a salir de mi zona de confort”, confiesa.
El ser una especialidad más pequeña en comparación a Ing. Civil o Ing. Industrial, además de ser una de las pocas mujeres en la carrera, le permitió crear lazos y forjar una identidad con sus compañeros, además de ir descubriendo sus campos de interés.
Participó en el Grupo Estudiantil de Medioambiente y Recursos del Agua (GEMRA) PUCP y, desde el 2024, se involucró en la asociación ASME (The American Society of Mechanical Engineers) PUCP, que volvió a reactivarse gracias al entusiasmo y organización de sus nuevos integrantes como Lindsay.
Fue a través de ASME PUCP, precisamente, que viajó a Arequipa en agosto para ser parte de la Convención Nacional de Ingeniería Mecánica (PERUMEC), donde no solo tuvo la oportunidad de compartir con estudiantes y especialistas de todo el país, sino también de presentar un trabajo de investigación junto con su compañero Fernando Aguirre, el cual desarrollaron de manera independiente fuera de las aulas: mediante la base de los cursos de ingeniería electrónica y transferencia de calor.
Tras una lluvia de ideas, decidieron enfocarse en la conductividad térmica de materiales de construcción utilizados en la construcción de viviendas rurales andinas. Con esta investigación, consiguieron el segundo puesto en el concurso de pósteres en PERUMEC, pero —sobre todo— fueron testigos de cómo la ingeniería puede mejorar la calidad de vida.
Una experiencia que también vivió cuando presentó en XPOSTEM el proyecto “Silla de ruedas motorizada”, el cual desarrolló junto con tres compañeros de su carrera, realizando el diseño y posteriormente con la presentación del prototipo en el evento que congrega los trabajos e innovaciones más destacadas de nuestra Facultad.
Esta vocación de servicio, además, no solo la aplica en su carrera, ya que desde el 2018 pertenece al voluntariado “Por una sonrisa”, con el cual reparte juguetes y víveres a niños de bajos recursos durante la época navideña. Un lado humano que también explora a través de la música, tocando el ukelele y cantando en compañía de sus hermanos mayores.
Pero además de disfrutar la interpretación de covers musicales, Lindsay ha encontrado pasiones en distintas áreas de su carrera, una de ellas gracias a su primer trabajo —cuando aún estaba en sexto ciclo— en una metalmecánica, donde tuvo su primer acercamiento al mundo de la manufactura y su aplicación en la industria. Allí, halló un espacio de aprendizaje y colaboración que le sirvió de base para sus cursos y también fue clave durante su paso por Ferreyros, donde trabajó con bloques de motor.
Así, la producción y manufactura, junto con la gestión de proyectos y las energías renovables, explica, son sus campos tentativos de especialización. Su tesis, centrada en este último, consiste en diseñar un grupo de generación hidráulica con turbina Pelton de eje vertical, bajo la asesoría de otra referente femenina de Ingeniería Mecánica PUCP: la profesora Estela Assureira.
A puertas de graduarse, Lindsay sabe que su historia es también la de muchas mujeres que eligen desafiar estereotipos. “Siempre me preguntan por qué estudio Mecánica. Me dicen que es muy difícil, piensan que solo está vinculado a reparar motores de carros”, revela.
En la actualidad, para poder romper con estos prejuicios, busca la manera de visibilizar lo que realmente es la ingeniería mecánica: un mundo que va más allá de los autos, transforma energía, diseña soluciones, cambia realidades y que —sobre todo— no tiene género.
“Espero que haya más chicas que se animen a estudiar Ing. Mecánica. Sé que aún hay una barrera, pero poco a poco la estamos rompiendo”, expresa con optimismo Lindsay, quien —con su ejemplo, su determinación y la pasión por su carrera— allana el camino para que más mujeres exploren la variedad de ramas que ofrece el fascinante mundo de la ingeniería mecánica.