Suamy Pérez: una ingeniera que cultiva energía con cuidado

07/05/2025

Es ingeniera electrónica egresada de la PUCP, Suamy Pérez ha recorrido un camino técnico diverso —de la minería a las energías renovables, pasando por la planificación de políticas públicas—, sin perder de vista la dimensión humana de los territorios donde ha trabajado.

Suamy reconoce que su pasión por las energías renovables fue “un amor a primera vista”. Todo empezó durante su tiempo en pregrado cuando se presentó la oportunidad de formarse en la Universidad de Harvard. En ese tiempo, notó una desconexión entre las decisiones globales sobre energía y la realidad vivida por comunidades del Perú. Fue ahí donde encontró sentido a una motivación poderosa: hacer que la energía sea vista como un recurso humano.

Laboralmente exitosa

Uno de los casos de éxito que más recuerda dentro del ámbito laboral sucede durante su trabajo en el ámbito minero. “Toda la expansión de una mina que se va a realizar con energías renovables fue primero llevada a las personas en su propio idioma, en el aimara”, cuenta con alegría, resaltando la importancia de conocer la forma de vida de las comunidades antes de anticipar una tecnología.

Actualmente, se desempeña como Energy Consultant en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde es feliz de reconectar con sus inicios en las energías renovables.

Con su experiencia profesional ha entendido que: “La demanda de energía es crucial para que la economía del país. Sin energía, ninguna industria va a poder hacer algo más”. Es por ello que una de las preguntas que motiva su rol como ingeniera electrónica es: “¿Qué va a suceder cuando ya no haya gas de Camisea o cuando los efectos del cambio climático sean más severos?”.

El género y la energía

“Para una mujer que estudia la energía, una central eólica puede llegar a ser como un hijo”, dice. “Le importa que esté bien pensada, que esté conectada con su entorno, que cuide a la gente que la rodea”. Esta forma de ver la ingeniería —inspirada en la teoría del cuidado— la ha llevado a explorar soluciones energéticas que nacen no solo desde los datos, sino también desde la escucha.

Uno de sus últimos proyectos la llevó a Chile, donde estudió cómo las comunidades mapuches se vinculan con los volcanes y la tierra. A partir de ese vínculo ancestral, está diseñando un proyecto sobre geotermia que tituló “Calor de madres”. La idea es preguntarse cómo incorporar a mujeres de comunidades rurales en la transición hacia energías limpias, reconociendo sus saberes y su derecho a participar de las decisiones técnicas. En sus palabras: “¿Por qué no podríamos promover trabajo verde para mujeres como una alternativa a las industrias extractivas?”

#PorMásMujeresSTEM

Al contar su historia, no esquiva las sombras. Se ha enfrentado a estereotipos, comentarios machistas y discriminación directa. “Cuando un congresista dice que las mujeres no tenemos condiciones biológicas para hacer ciencia, no solo es ignorancia, es un delito. Es violencia simbólica. Y revela cómo muchas veces aún se nos ve solo como seres reproductivos, no como profesionales con ideas y proyectos”.

Desde su experiencia, ve con preocupación cómo la cultura de las redes sociales está influyendo en las aspiraciones de muchas adolescentes. Pese a todo, no pierde la esperanza. Cree que la clave está en que las mujeres aprendan a apoyarse entre sí. “Una ingeniera al costado tuyo puede ser tu amiga, tu aliada, tu sostén. Si no nos ayudamos entre nosotras, nadie más lo hará”.

Y si pudiera volver en el tiempo, mirarse de niña, se diría algo sencillo y potente: “Apóyate en tus compañeras. Y sé fuerte. Sé resiliente. El camino no es fácil, pero vale la pena”.