Vivimos en una era donde los alimentos ultra procesados inundan los supermercados, captando nuestra atención con colores brillantes y empaques llamativos. Sin embargo, ¿cuánto influye realmente el aspecto visual en nuestras decisiones de compra? ¿por qué no colocar un octágono que nos diga qué tipo de colorante artificial contiene un producto?
Los consumidores suelen preferir productos con colores intensos y atractivos, asocian estos tonos con mayor sabor o frescura, aunque en realidad esto no siempre sea cierto. “Un ejemplo claro es la torta red velvet, cuyo corte debe ser completamente rojo. Si la vemos con un tono algo amarronado, la reacción inmediata podría ser pensar ‘no es red velvet’. Por ello, las personas tienden a elegir la opción más llamativa, la que mejor quedará en una foto, pero lo que en realidad están consumiendo es una mayor cantidad de colorante, generalmente artificial”, señala Erick Álvarez, Ingeniero de Alimentos e investigador en el Instituto de Ciencias Ómicas y Biotecnología Aplicada (ICOBA-PUCP).
Lamentablemente, como señala el también Magíster en Ciencia de los Alimentos, Erick Alvarez, “Aun en el Perú, los consumidores buscan productos que sean baratos, prácticos y, finalmente, sabrosos. No hay una sólida cultura alimentaria y nutricional. No leemos la composición nutricional, no sabemos cuánta cantidad de azúcares contienen, ni qué cantidad de proteínas tienen, inclusive desconocemos los aditivos y colorantes que contiene el producto”.
Este contexto ha sido aprovechado por la industria alimentaria, que recurre a colorantes artificiales para mejorar la apariencia de sus productos. El problema radica en que muchos de estos aditivos no solo son innecesarios desde el punto de vista nutricional, sino que también pueden tener efectos negativos en la salud.
La publicidad y el marketing han reforzado la idea de que los productos de colores vibrantes son más atractivos y sabrosos, mientras que los alimentos naturales, sin aditivos, pueden parecer menos apetitosos. Sin embargo, “los colorantes artificiales no nos aportan nada más que color. No son vitaminas, ni medicinas, ni nada de esa naturaleza… entonces, no los necesitamos y estaría bien no usarlos, sobre todo si comenzamos a sospechar, sobre la base de estudios serios, que pueden traer problemas”, explica la docente de Química PUCP y doctora en Bioquímica y Biofísica Molecular Patricia Gonzales.
Leer etiquetas, informarse y optar por opciones más naturales son pasos esenciales para fomentar una alimentación más consciente. “Es importante que los colorantes estén declarados como ingredientes, porque así uno toma una decisión informada. Si sé que tengo una alergia y veo al alérgeno en la lista de ingredientes, evidentemente elijo no consumir ese alimento”, sostiene la docente.
A medida que crece la preocupación por la salud y el bienestar, es fundamental que los consumidores utilicen su poder de elección para exigir productos con menos aditivos y un mayor valor nutricional. “Con el enfoque en la sostenibilidad alimentaria y los retos que trae consigo el cambio climático, se espera que los productos se orienten cada vez más hacia el uso de componentes naturales, quizás menos atractivos, pero más saludables”, agrega el Ing. Álvarez.
El también investigador del Instituto de Ciencias Ómicas y Biotecnología Aplicada (ICOBA-PUCP) sugiere que de parte del Minsa y las empresas se brinde la información necesaria para el consumidor. “Existen los octágonos para ver grasas, sodio y azúcares, ¿por qué no también un octágono o un sello que nos diga y advierta del tipo de colorante artificial que contiene?”