Nuestra estudiante de Ingeniería Industrial, Clara Moreno Sanchez, ha transformado su emprendimiento “Pastel Briz” en un proyecto sostenible. Su historia, marcada por el empuje, la pasión y el aprendizaje constante, demuestra cómo la ingeniería y la innovación engrandecen los sueños familiares y abren camino para que más mujeres se atrevan a liderar en carreras STEM.
Cuando Clara habla de “Pastel Briz”, sus ojos brillan. No es solo un negocio familiar, es la memoria viva de su hermano Fabrizio, quien partió antes de nacer y cuyo nombre inspira la marca desde el 2007. En aquella época, sin un registro oficial, sus padres ofrecían sus productos en mercados y bodegas locales en San Juan de Miraflores.
Clara creció entre hornos, moldes y aromas dulces, pero fue en el 2021, con apenas 18 años, cuando dio el paso decisivo de formalizar el emprendimiento. Recuerda aún con nervios su visita a la notaría: “Me sentía adulta chiquita, con miedo de firmar papeles, pero sabía que debía hacerlo. No podía entrar como estudiante, debía entrar como empresaria”. Desde entonces, Pastel Briz se convirtió en una empresa registrada en auge.
El negocio le enseñó desde temprano la importancia de arriesgarse, aprender de los errores y perseverar. “En la pandemia lancé una campaña de huevos de Pascua y lo perdí todo por la cuarentena. Fue duro, pero entendí que un fallo no define el futuro”, relata. Esa resiliencia, hoy, marca cada paso de su vida académica y personal.
Aunque Gastronomía parecía una opción natural para ella, Clara apostó por estudiar Ingeniería Industrial: “Quería ver más allá de la receta: cómo masificar procesos, aplicar calidad, diseñar sistemas de producción”, explica. La versatilidad de la carrera y la oportunidad de potenciar el negocio familiar fueron razones decisivas.
Si bien tenía definida la carrera, su camino a la PUCP fue inesperado. La pandemia obligó a muchas universidades a frenar sus procesos de admisión, y aunque había oído del prestigio de nuestra institución, lo veía como una opción lejana. Sin embargo, gracias a la Beca 18 de Pronabec, descubrió en nuestra universidad un espacio que no solo la inspiraba académicamente, sino también desde el lado humano.
“La PUCP me abrió un panorama integral: aprendí a trabajar en equipo, a liderar y a valorar tanto la data como la creatividad”, recuerda.
Cursos como Laboratorio de Procesos Industriales o Mercadotecnia Industrial la marcaron profundamente. En el primero, experimentó de manera tangible cómo se crean productos desde cero, trasladando luego ese aprendizaje al taller familiar. En el segundo, comprendió la importancia de unir análisis de datos con creatividad para tomar decisiones estratégicas. “Muchos ven el marketing como un curso solo para letras, pero en realidad fortalece la ingeniería con visión humana y social”, comenta.
Clara convirtió a Pastel Briz en un laboratorio vivo donde aplicar lo aprendido en clase. Sus compañeros de carrera la apoyaron en proyectos académicos: eligen su emprendimiento como caso de estudio. Así, pudo levantar data real de tiempos de producción, simulación de procesos o rutas logísticas que luego podrá implementar en su taller.
“Mi papá hace las entregas de manera empírica, pero yo aplico modelos de optimización de rutas. Eso es ingeniería: mejorar con herramientas técnicas lo que en casa se hacía por costumbre”, explica con orgullo.
También destaca la apertura de los docentes para usar a Pastel Briz en sus trabajos académicos, especialmente por un precedente negativo en el colegio, donde subestimaron el potencial de su emprendimiento y no le permitieron emplearlo como caso de estudio.
“Es bonito que tus mismos profesores sean los que te impulsan y te digan: ‘Sí, puedes, sigue’. Me ayudan, me dan consejos, me dan ejemplos. En algunos casos, les gusta el producto y también lo compran”, cuenta con agradecimiento.
Su visión va más allá del crecimiento económico: trabaja para que Pastel Briz sea reconocido por el sabor “a familia”, por la cercanía emocional de sus postres, y con expandirse a más distritos de Lima bajo un sello de calidad y responsabilidad social. “Cada cliente es parte de nuestra historia; muchos llevan más de 10 años comprándonos. Eso me enseñó que la fidelización es tan importante como el producto mismo”, afirma.
Hoy, Clara se ve a sí misma como parte de una cadena que une la memoria familiar, el esfuerzo diario y la formación universitaria. Reconoce que emprender no es un camino lineal: hay sacrificios y días de incertidumbre, pero ningún mal día se compara con la satisfacción de llevar a sus clientes un producto que no solo sea agradable al paladar, sino cuyo sabor los acerque a la abuelita que partió o la familia que se halla lejos.
Como imagen y líder de su propio emprendimiento, Clara anima a más mujeres a creer en sus ideas en un mundo empresarial que, usualmente, las silencia. “Si tú no crees en tu proyecto, nadie lo hará. La ingeniería me ha enseñado a no quedarme en el intento, a transformar cada reto en una oportunidad”, asegura, invitando a cualquier interesado en emprender a escribirle por redes sociales para compartir su experiencia.
Desde la calidez de un pastel hasta la rigurosidad de un modelo de simulación, Clara Moreno demuestra que la dulzura también puede ser estratégica y visionaria. Su historia con Pastel Briz es testimonio de que los sueños son realidad cuando se combinan con conocimiento, valentía y amor.