Gracias a su pasión por la robótica y el apoyo de sus docentes y compañeros, Franco Rivadeneira Castro, ingeniero mecatrónico PUCP de 23 años, fue admitido al programa de maestría de la Universidad de Osaka con el respaldo de la beca MEXT que otorga el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología de Japón a estudiantes destacados a nivel internacional. Su objetivo es diseñar un robot que apoye en el diagnóstico temprano del TDAH, combinando la IA con una mirada interdisciplinaria.
Crear, aprender e inventar. Ese es el espíritu de innovación que ha acompañado desde su niñez a Franco. Apenas con 11 años diseñó su primer robot: “Me gustaba el simple hecho de equivocarme, fallar y poco a poco ir creando un producto más avanzado. Por esas experiencias, supe que quería estudiar algo relacionado con robótica”, comparte.
Aunque ya tenía claro que seguiría el camino de la ingeniería mecatrónica, para elegir una universidad no solo consideró los recursos y laboratorios que tendría a disposición, sino también el propósito al que estarían orientadas sus creaciones: “Decidí entrar a la PUCP, porque además de ser la mejor universidad del país, también impulsa el desarrollo de robots para la interacción con humanos”, revela.
Si bien la ingeniería mecatrónica siempre fue su pasión, adaptarse a la exigencia académica de la universidad fue desafiante. Franco admite que en sus primos ciclos no logró las notas esperadas, pero todo cambió cuando comenzó a involucrarse en la vida universitaria más allá de sus cursos y lo que aprendía en las aulas.
Empezó a participar en proyectos extracurriculares, donde también halló una comunidad que lo impulsó: “Gracias al apoyo de mis compañeros y profesores, como los profesores José Balbuena, Diego Arce y Dante Arroyo, pude fortalecerme y mi promedio comenzó a subir. No solo me ayudaron en lo académico, sino también a nivel personal, motivándome a seguir adelante en momentos difíciles. El Grupo de Robótica también fue clave para mí”, recuerda.
Además, participar en competencias junto al Grupo de Robótica —como el Concurso Iberoamericano de Satélites Enlatados en México— no solo enriqueció su formación técnica, sino también su confianza y vocación. “Lo que más destaco es que nunca estuve solo. Siempre hubo alguien dispuesto a enseñarme o animarme”, añade. Este acompañamiento fue fundamental para transformar los desafíos en oportunidades.
El destacado rendimiento con el que culminó la universidad motivó a Franco a seguir involucrado en la investigación e innovación. Fue así que el profesor Dante Arroyo le recomendó, a partir de su propia experiencia, estudiar una maestría en Japón. El avanzado desarrollo tecnológico en dicho país, junto con el testimonio cercano de su docente, lo impulsaron a buscar oportunidades allá.
Postuló por primera vez en 2024 a la Beca MEXT que otorga el gobierno japonés, pero no logró ser seleccionado. “Esa fue mi primera caída, pero no me desanimé”, relata con seguridad Franco.
Decidido a intentarlo nuevamente, se preparó con mayor rigor: perfeccionó su japonés, reforzó su inglés y profundizó sus conocimientos en mecatrónica, participando en conferencias y publicaciones internacionales. En este segundo intento, contó con el valioso acompañamiento del profesor Alexis Meneses, cuyo apoyo académico y personal fue clave para fortalecer su postulación. En 2025, fue aceptado en la Universidad de Osaka para cursar una maestría en ingeniería, orientada a robótica e inteligencia artificial. Esta vez, con la beca completa que un año atrás le fue esquiva.
La elección de su investigación no es casual. Franco quiere desarrollar un robot que colabore con el diagnóstico temprano del TDAH en niños. Su interés nació en casa: sus padres son psicólogos especializados en este trastorno, por lo cual ha sido testigo de los desafíos que enfrentan los pacientes, especialmente por tratamientos tardíos.
“El TDAH es frecuente tanto en Perú como en Japón. Yo quiero unir la ingeniería con la psicología para crear herramientas útiles para los profesionales de la salud”, explica. Esta visión interdisciplinaria guía su propuesta: integrar la robótica con otras áreas del conocimiento para ofrecer soluciones que transformen vidas.
Además de investigar, Franco tiene otro objetivo claro: ser docente. Ya ha sido jefe de práctica en la PUCP y ha descubierto su pasión por enseñar y compartir lo aprendido. “Me gustaría volver como profesor, retribuir todo lo que la PUCP me dio y motivar a las nuevas generaciones a investigar y a cruzar fronteras del conocimiento”, afirma.
Como estudiante que inicialmente solo se enfocó en sus cursos, él no solo desea impartir conocimientos técnicos: su mayor motivación radica en promover una visión amplia de la ingeniería, que dialogue con la historia, la filosofía, la medicina y las ciencias sociales; y sea de valor humano y social.
Antes de partir a Japón, Franco ofrece un mensaje a quienes hoy están iniciando su etapa universitaria: “Por más fracasos o tropiezos que tengas, no te rindas. Involúcrate en proyectos, confía en tus profesores, busca apoyo. Solo se puede lograr mucho, pero acompañado se puede llegar aún más lejos”.
Con pasión, perseverancia y el respaldo de una comunidad como la PUCP que cree en sus estudiantes, Franco Rivadeneira representa no solo un caso de éxito académico, sino también el valor del trabajo colaborativo para reinventar la sociedad mediante la ingeniería.