Victoria Abarca una ingeniera mecánica entre tuercas, metas y vocación

23/04/2025

Cuando la doctora en Ingeniería Mecánica, Victoria Abarca Pino, terminó de escribir las últimas líneas de su tesis doctoral, no fue solo la culminación de una etapa académica, sino el cierre de un capítulo de esfuerzo continuo. «El doctorado es crear algo que no existe», afirma con convicción. Y aunque al inicio tenía una idea vaga de lo que significaba hacer un doctorado, con el tiempo comprendió su verdadero peso. Sentir la satisfacción de haber alcanzado esa meta fue una mezcla de orgullo y, a la vez, una pregunta que resonaba con fuerza: “¿y ahora qué sigue?”

Su respuesta no tardó en llegar. Con la misma disciplina que la llevó a culminar su investigación, pensó en un postdoctorado, en seguir creando. Porque cuando se vive con compromiso, las metas no se agotan, solo se transforman.

Diseñar prótesis para cambiar vidas

A lo largo del camino, una figura destaca en su formación: el profesor de la PUCP, Dr. Dante Elías. Su asesor de tesis de maestría y doctorado, mentor y guía, quien le enseñó más que aspectos técnicos. Con él aprendió sobre liderazgo, gestión de proyectos y, sobre todo, a entender la investigación como una labor que trasciende lo individual y contribuye a la construcción de comunidades.

Junto a él y el equipo multidisciplinario de estudiantes y colaboradores del Laboratorio de Investigación en Biomecánica y Robótica Aplicada ha aprendido mucho sobre investigaciones en torno a la rehabilitación de extremidades. Su actual labor como coinvestigadora de un proyecto enfocado en un guante robótico de rehabilitación le ha permitido adquirir la sensibilidad necesaria para crear un producto que mejore la calidad de vida de las personas. “Está diseñado con tecnologías softbotics, que permiten a los niños con ACV realizar la rehabilitación en torno a los movimientos de dedos y muñeca”, detalla.

Su tesis doctoral estuvo abocada al modelamiento del movimiento del tobillo en torno a las prótesis a nivel transtibial, es decir, con amputación bajo la rodilla. Esta idea base los condujo a postular al fondo de financiamiento de PROCIENCIA, del que fueron ganadores. “Utilizamos tecnología de punta, como son los sensores electromiográficos, sensores inerciales y sensores de presión plantar, que permiten realizar un estudio biomecánico de la marcha de las personas con amputación y sin amputación”, cuenta con orgullo, el mismo que siente al reconocer que su trabajo puede cambiar la vida de una persona. “Eso hace que tu diseño valga la pena”, expresa.

Enseñar con pasión y vocación

Una de sus anécdotas favoritas tiene lugar en el laboratorio. Un estudiante de Ing. Electrónica intentaba unir piezas mecánicas sin éxito. El motivo: una tuerca metálica con un tornillo para madera. “Me dio risa, claro, pero sobre todo me recordó por qué estoy aquí: para enseñar”, dice. Porque el laboratorio no es solo un lugar para experimentar, sino un espacio para aprender de los errores y fortalecer la práctica que la teoría no siempre alcanza a cubrir.

Esa pasión por enseñar la llevó a ser parte de la Sección de Bioingeniería de la PUCP, dictando el curso de Biomecánica. Y con la misma energía con la que desarmaba objetos en su infancia, hoy diseña metodologías innovadoras para sus estudiantes. En 2024, enseñó como parte del programa COIL, una propuesta de aprendizaje colaborativo que conectó a sus estudiantes con pares del Instituto Tecnológico Metropolitano de Colombia. Juntos, investigaron desde la marcha humana hasta gestos deportivos como la patada en taekwondo o el saque en voleibol, todo con enfoque biomecánico.

Para ella, enseñar implica tender puentes: entre países, entre disciplinas, entre la teoría y la vida real. En 2025, se encuentra aplicando la experiencia COIL, esta vez con la Universidad Politécnica Salesiana de Ecuador. Sueña con que sus estudiantes no solo entiendan fórmulas, sino que tengan vivencias internacionales, culturales y profesionales que amplíen sus horizontes.

#PorMásMujeresSTEM

Sobre el rol de las mujeres en las ciencias e ingeniería, es clara: aún son pocas, pero están dejando huella. “La PUCP nos apoya. He sentido ese respaldo en cada proyecto, cada carta de aval, cada paso institucional”, afirma. Hoy, quiere que sus alumnas se proyecten en grande. “Hay que ayudarlas a salir del cascarón, a mirar más allá, incluso fuera del país. Porque si apuntas alto y llegas a la mitad, igual ya has avanzado muchísimo”.

Su consejo para las futuras ingenieras mecánicas, biomédicas, o de cualquier rama afín es simple y directo: no se rindan. “Sí se puede. Sean constantes, pacientes y comprometidas. Nunca olviden hacia dónde van”.