En un logro que destaca la colaboración entre tecnología y salud, Sebastián Caballa, egresado de Ing. Mecatrónica PUCP, ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Juventud 2024 en la categoría de Ciencia y Tecnología. Este reconocimiento es otorgado por el Ministerio de Cultura, buscando premiar a iniciativas que generan un impacto social. El proyecto ganador de Sebastián es un robot interactivo llamado Ropi, diseñado para apoyar a niños en el Área de Quemados del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja.
Sebastián inició el desarrollo de este robot durante la pandemia junto a un equipo de ingenieros mecatrónicos PUCP conformado por el Mg. Héctor Oscanoa, el Mg. Diego Arce, los ingenieros Manuel Aranda, Diego Zegarra y David Lizano. La idea surgió como respuesta a la necesidad de brindar cuidados a poblaciones vulnerables, especialmente niños hospitalizados. “Queríamos crear un producto que ayudara a los niños, dándoles compañía y ayudando a los profesionales de la salud”, comentó.
El robot, que en su fase inicial era un simple prototipo, evolucionó para convertirse en un adorable osito interactivo. Equipado con tecnología de inteligencia artificial, el robot puede entablar conversaciones con los niños, respondiendo a preguntas sobre sus síntomas, cantando canciones y, en general, brindando apoyo emocional. “Sabíamos que los psicólogos solo podían dedicar unos 10 minutos por niño, por lo que el robot buscaba extender esa interacción, ayudando a que los pequeños se sintieran más acompañados”, explicó Sebastián.
Una de las características más destacadas del proyecto fue la integración de lenguas indígenas en el robot. “Gracias a una colaboración con el Ministerio de Cultura, pudimos agregar frases y audios en lenguas como el quechua, ticuna y shipibo-konibo, lo que permite que niños de distintas regiones del Perú se sientan más cómodos al escuchar su idioma en un entorno hospitalario”, añadió Sebastián. Esta iniciativa permitió que el robot no solo apoyara desde el punto de vista médico, sino también cultural, ayudando a romper barreras lingüísticas y mejorar la experiencia de los pacientes.
El proyecto no hubiera sido posible sin el trabajo conjunto de ingenieros, psicólogos y médicos. “Aunque el equipo inicial estaba compuesto mayormente por ingenieros mecatrónicos, recibimos apoyo clave de profesionales de otras áreas. Los psicólogos nos ayudaron a entender mejor las necesidades de los niños y a adaptar las funciones del robot para que realmente hiciera la diferencia”, señaló.
Sebastián y su equipo tienen grandes planes para el futuro. El objetivo es que el robot no solo se use en el área de quemados, sino que se expanda a otras áreas del hospital y que se fabriquen más unidades. “Queremos que el robot sea una herramienta que los doctores y psicólogos puedan usar en diversas áreas del hospital. Sabemos que tiene un gran impacto en los niños, y esperamos seguir mejorando sus capacidades con el tiempo”, comentó entusiasmado.
Además, este premio ha abierto nuevas puertas para el equipo. Con el apoyo económico recibido, podrán mejorar el robot, comprar mejores componentes y seguir avanzando en la investigación y el desarrollo del proyecto. “Este premio no solo es un reconocimiento a mí, sino a todo el equipo que ha trabajado incansablemente para que esto sea una realidad”, finalizó Sebastián.