Historias que inspiran: rompiendo la brecha de género en carreras STEM

09/12/2021

A pesar de que la Unesco señala que las mujeres matriculadas en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática representan apenas un 35%, la presencia femenina en en las áreas STEM es cada vez más reclamada. En esta nota, recordamos desde pioneras que no obtuvieron reconocimiento alguno en vida hasta estudiantes que desarrollan iniciativas para aumentar el número y la participación de mujeres en estos campos.

Prohibido su ingreso a las universidades, ocultos sus aportes detrás del nombre de sus cónyuges o pares masculinos, invisibilizadas sus contribuciones con un anónimo, remuneradas por debajo del salario de sus colegas varones o excluidas totalmente de un pago, así fue como vivieron, y todavía viven, diferentes mujeres que se dedicaron y dedican a carreras de ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería (STEM por sus siglas en inglés).

Números de la desigualdad

Según un reporte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se estima que para 2050, el 75% de los trabajos estarán relacionados a las áreas STEM. Ahora bien, a partir de información que recoge la Unesco, en las carreras TIC (tecnologías de la información), la presencia femenina alcanza apenas un 27%, y solo un 28% en ingeniería. Es más, de acuerdo a la revista Forbes, si se mantiene el ritmo actual para reducir la brecha, la paridad de género en STEM no llegaría antes del año 2100.

Este oscuro panorama se refleja en más preocupantes números: el mismo informe de la ONU muestra que solamente el 35% de estudiantes en carreras y programas del campo STEM son mujeres. Además, también se advierte que las mujeres investigadoras continúan subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y siguen siendo una minoría en distintas áreas STEM de diversos países de Latinoamérica y El Caribe.

La poca representación también se observa en uno de los galardones más importantes para este campo: los Premios Nobel. Desde 1901 hasta el 2020, de los 710 ganadores en las categorías de ciencias (medicina, física, química y economía), únicamente 25 fueron mujeres; es decir, un 3,5% del total de los laureados en más de 100 años de historia del prestigioso reconocimiento. 12 de 222 en medicina, 4 de 216 en física y 7 de 186 en química son las excepciones en las que una mujer ha sido premiada por la academia.

Del efecto Mateo al efecto Matilda

¿Pero realmente han sido pocas las mujeres que han logrado destacar en los campos de la ciencias, tecnología, ingeniería y matemática? Más allá de las evidentes desventajas con las que partían en los primeros siglos ante la imposibilidad de acceder a una educación y estar limitadas a encargarse a labores del hogar, el número de científicas que lograron contribuir en el área fueron borradas de la historia a través del denominado “Efecto Matilda”.

“The Matthew Effect in Science” fue un artículo publicado por el sociólogo Robert King Merton en 1986 para advertir sobre el poco —o nulo— reconocimiento que se le daba a científicos con menor reputación dentro de la academia. Lo curioso fue que el propio autor basó su paper en las investigaciones de una joven estudiante de su grupo: Harriet Zuckerman, a quien apenas mencionó en un pie de página, pese a ser ella quien visibilizó en sus estudios la acumulación de ventajas al momento de otorgar méritos a los científicos.

Fue recién 25 años después, en 1993, cuando se reveló este hecho. La historiadora Margaret Rossiter se basó en este incidente para explicar la sistemática y estructural exclusión de la que han sido víctimas las mujeres dentro de la comunidad científica. A esta discriminación la llamó “el efecto Matilda”, en honor a la activista sufragista Matilda Joslyn Gage, quien en su espacio en el periódico El Ciudadano Nacional reivindicaba en sus columnas el rol protagónico de las principales figuras femeninas olvidadas en la historia.

La inventora desconocida

“”Hasta 2011, a las mujeres estadounidenses no se les permitió servir en submarinos, a pesar de que fue una de ellas la que contribuyó a la modernización de los mismos””, explica Sara El Aissati, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, acerca de Sarah Mather, la creadora del periscopio que revolucionó la navegación submarina, así como el combate bélico naval hace 176 años, pero de la que apenas se tiene algún registro.

No se sabe con exactitud su fecha de nacimiento. Tampoco se tiene un bosquejo, retrato o fotografía de su persona. Y muchos menos se han conservado sus demás trabajos en los campos de la física y óptica. Sarah Mather patentó, el 16 de abril de 1845, su invento “”Mejora en los telescopios submarinos””, que al día de hoy se usa en buques, aviones y todo tipo de vehículos como facilitador de navegación y observación, además de ramas como la publicidad para obtener imágenes en eventos multitudinarios o de difícil acceso.

“La naturaleza de mi invención consiste en la construcción de un tubo con una lámpara unida a un extremo del mismo que puede ser hundido en el agua para iluminar objetos con el mismo, y un telescopio para ver dichos objetos y hacer exámenes bajo el agua”, de esta forma presentó Mather su creación. Gracias a este instrumento óptico, fue posible que alguien que se encuentre oculto en una trinchera o un submarino vea sin ser descubierto. Esto por la utilización de prismas o espejos y basándose en la ley de la reflexión de la luz.

El jamás reconocido cometa Winkelmann

¿Se imaginan ser la primera mujer en descubrir un cometa, pero no recibir jamás el crédito por el hallazgo? Ese fue el caso de la alemana Maria Winkelmann, quien representa el efecto Matilda. Apasionada por la astronomía, en su entorno no dejaron que los prejuicios de la época se interpongan con su vocación. Su padre y su tío se esforzaron por brindarle la instrucción requerida para que consiguiera el puesto de ayudante del científico Christhoper Arnold, donde conoció al también astrónomo Gottfried Kirch, quien fue finalmente su pareja.

Ambos trabajaron juntos en el Observatorio de Berlín desde 1700, aunque Maria no ocupó ningún cargo oficial por su mera condición de mujer. Winkelmann, sin embargo, apoyaba a su esposo en su rol como investigador. De esta forma, en la madrugada del 21 de abril de 1702, ella descubriría el cometa C/1702 H1, pero sería su marido quien se llevaría los créditos del hallazgo, inclusive ocho años después cuando él reconoció su aporte.

Winkelmann jamás llegó a ser tomada en cuenta por la comunidad científica, ni siquiera con la publicación de diferentes artículos como “Las observaciones sobre la aurora boreal”, conjunción del Sol con Saturno y Venus, y la predicción de un nuevo cometa en 1711. Al morir su esposo, el Observatorio de Berlín volvió a negarle el nombramiento, pese a que por una década compartieron las mismas funciones y las diferentes investigaciones de Maria.

Sin embargo, a pesar de la subestimación constante a su trabajo, Maria nunca abandonó su pasión por la astronomía. De hecho, inculcó a sus cuatro hijos su amor por esta ciencia. De esta forma, su único varón llegó a ser nombrado director del Observatorio de la Real Academia de Ciencias de Berlín, aunque sus hijas sufrirían el mismo destino del olvido que su madre, ya que tampoco fueron aceptadas por el mundo de la academia y tuvieron que conformarse con ser ayudantes de su hermano en su labor científica.

Puertas cerradas para la madre del álgebra moderna

“La señorita Noether fue el genio matemático creativo más importante que haya existido desde que comenzó la educación superior para mujeres”, son las palabras con las que Albert Einstein describió a Emmy Noether, matemática alemana que si bien es considerada la madre del álgebra moderna por sus teorías sobre anillos y cuerpos y que además formuló su propio teorema, inicialmente le fue prohibido estudiar oficialmente en la universidad.

Noether nació en 1882 dentro de una familia apasionada por las matemáticas. Emmy no fue la excepción, a pesar de que, en esa época, todavía no se permitía el ingreso a la universidad a las mujeres. Sin embargo, gracias a su entusiasmo y resistencia logró que se le dé permiso de entrar a las aulas como oyente, aunque solamente si recibía la aprobación de los profesores. Eso, sin embargo, fue suficiente para que apruebe el examen de graduación de la clase en 1903 y obtenga el equivalente al título a una licenciatura.

Culminado sus estudios universitarios, Noether trabajó durante siete años en la Universidad Erlangen, aunque sin recibir un salario, ya que oficialmente las mujeres no podían ocupar un cargo en las facultades. A pesar de esta segregación y falta de reconocimiento, Emmy no descansó en sus esfuerzos por contribuir en las ciencias: desarrolló su propio teorema, clave para entender la física de partículas elementales y la teoría cuántica de campos.

“”¿Qué pensarán nuestros soldados cuando regresen a la universidad y encuentren que se les pedirá que aprendan de una mujer?””, fue lo que respondió un colega de David Hilbert cuando el reconocido matemático propuso que se contrate Noether en la Universidad de Gotinga. Debido a este generalizado rechazo, Emmy dictó clases bajo el nombre de Hilbert durante cuatro años y nuevamente sin recibir ningún tipo de remuneración económica.

Compromiso por romper barreras

“¿Qué desea lograr con su investigación en términos de igualdad de género?”, le preguntaron a la reconocida bióloga argentina Sandra Myrna Díaz luego de ganar el Premio Princesa de Asturias a la Investigación Científica y Técnica en el 2019, a lo que la Dra. respondió con determinación: “Espero con ansias el día en que en las entrevistas se me pregunte por mi ciencia, porque la igualdad de género haya dejado de ser un problema”.

A pesar de que la educación ya no tiene barreras de género, los obstáculos que por décadas impidieron a las mujeres ganar reconocimiento en áreas STEM hacen que hoy siga latente un gran prejuicio. Un artículo de la revista Science reveló que, a partir de los seis años, más de la mitad de las niñas se sienten más proclives a pensar que la genialidad es una cualidad asociada exclusivamente a los varones. Este estudio permite entender que los estereotipos de género son nociones que se construyen desde temprana edad.

Esta brecha no ha pasado de ser percibida por nuestras estudiantes y egresadas. Desde su rol como hermanas mayores de niñas con vocación STEM de diferentes partes del Perú hasta iniciativas que tienen como objetivo llevar de forma interactiva la ciencia a escolares de colegios nacionales y casa hogares, nuestra comunidad también se siente comprometida a ser agentes de cambio en la inclusión y visibilización femenina en los campos STEM.

Por las nuevas generaciones

Nuestras egresadas Maggy Romero Arribasplata, de Ingeniería de Minas, y Ruth Araujo Carhuancho, de Ingeniería de las Telecomunicaciones, fueron escogidas entre más de mil postulantes para ser parte de las 20 ‘Big Sisters’ de 200 niñas y adolescentes de distintas regiones del país para desarrollar un proyecto STEM que dé solución a una problemática de su provincia en el marco del programa “200 Embajadoras del Bicentenario”, promovido por Concytec y la Embajada de Estados Unidos durante la primera mitad del año.

Maggy también forma parte del programa “Lima, mujeres por el clima” de la Municipalidad de Lima gracias a su propuesta C’huya Mayu (Río Limpio), con la cual quiere despertar la curiosidad, la pasión y también la consciencia STEM en la población más joven. Además, este año el Premio Igualitario Scotiabank fue entregado a Brisa Terrazas, de Ingeniería Industrial, y Angelo Ledesma, egresado de Física, por su iniciativa “STEM’s Party”.

Mediante esta propuesta,  Brisa y Angelo buscan que escolares de colegios nacionales y casa hogares de todo el Perú interactúen con dinámicos proyectos de diversas carreras de ciencia, ingeniería, tecnología y matemática. Ella de Ayacucho y él de La Libertad, ambos sintieron la necesidad de compartir la pasión STEM a todos los sectores, y gracias a este reconocimiento, recibirán un capital semilla y una serie de capacitaciones para expandir este proyecto que comenzaron en el 2018 junto al apoyo de más universitarios voluntarios.

Asimismo, una iniciativa que nació el año pasado pero que sigue vigente es la de nuestra egresada de Ingeniería Civil, Johanna Barbarán: “Ingenia”. A pesar de que se encuentra en el Reino Unido cursando una maestría luego de obtener la prestigiosa beca Chevening, Johanna continúa promoviendo desde esta plataforma la participación de mujeres en carreras de ingeniería dando a conocer las historias de sus pares femeninas en este campo.[:]